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«En mi gobierno no habrá huecos en las vías, bajaremos los índices de inseguridad y tendremos menos desempleo». Escuché estas palabras de un precandidato a una de las alcaldías en el Oriente antioqueño. Aunque su intención es loable, este discurso grandilocuente y emotivo con un tono vehemente, en realidad, es pura demagogia.

La subregión enfrenta grandes desafíos en términos de infraestructura, seguridad y empleo, y los futuros líderes de los entes territoriales tendrán que afrontarlos de manera constante. Hablar superficialmente sobre cada tema y ofrecer soluciones para todo podría ser irrespetuoso hacia los ciudadanos y convertirse en un obstáculo a la hora de tomar decisiones.

En primer lugar, debemos destacar y considerar que ser precandidato por sí mismo es una aventura temeraria y digna de admiración. Aquellos que han decidido presentarse como posibles sucesores de los actuales mandatarios ya tienen una tarea llena de responsabilidades. Una de ellas es ser transparentes, sinceros y saber cuáles son los límites entre las propuestas y los hechos que enfrentarán en un eventual gobierno.

Captar la atención del electorado debe ir más allá de comprometerse a resolver todos los problemas de la comunidad. Hablar con la verdad y evitar soluciones vacías y carentes de contenido debe ser una cualidad, pero también una exigencia para los actores políticos. La honestidad es una cualidad fundamental que debemos exigir a nuestros líderes durante el periodo preelectoral.

Esta forma de demagogia local es perjudicial para la sociedad. Las promesas incumplibles profundizan y perpetúan el ciclo de descontento y desconfianza en la política. Evitar comprometer la palabra de la forma en que muchos líderes eligen hacerlo, engañando a los ciudadanos que podrían elegirlos, es algo que se puede evitar.

Es fundamental ser más críticos y analizar cuidadosamente las propuestas que nos presentan los precandidatos. Exigir que nos muestren planes de acción detallados, respaldados por datos y expertos que permitan evaluar la viabilidad de los asuntos que se convierten en la columna vertebral de sus proyectos de gobierno. Además, es importante que los precandidatos tomen conciencia de las limitaciones y obstáculos que podrían enfrentar al intentar implementar sus propuestas, y que sean transparentes en cuanto a las dificultades que podrían surgir en el camino.

Los ciudadanos tienen el derecho de exigir transparencia y explicaciones claras sobre el cumplimiento de las promesas de campaña. Contamos con veedurías y líderes propositivos, pero también incisivos, que estarán atentos para asegurarse de que no se haya engañado a los votantes con promesas y cuentos que nunca se materializarán en un verdadero «cambio».

Queremos menos populismo y más propuestas sensatas y posibles, que atiendan a las realidades del territorio y no compitan por el favor ciudadano, desconociendo desde el principio el cumplimiento de un programa de gobierno que podría dar lugar a movimientos pro-revocatoria del mandato.

Ni mantener la malla vial en perfecto estado, ni reducir los lamentables índices de violencia e inseguridad, ni muchos otros temas urgentes y prioritarios, podrían ser la diferencia en los próximos gobiernos que, a partir del 1 de enero de 2024, enfrentarán la responsabilidad mayúscula de gobernar y decidir el futuro de los próximos cuatro años. Allí nos veremos como electores y elegidos.