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A pesar de que en el Oriente Antioqueño nos jactamos de ser buenos actores viales, o incluso, de aún conservar algo de cultura ciudadana, es alarmante saber que sólo en Rionegro, en el último año, se han presentado más de 2.100 accidentes de tránsito, que han dejado más de 700 heridos y 30 personas muertas.

Y aunque para muchos resulta fácil decir que “eso es culpa de los conductores o del Gobierno”, la realidad no es esa. La verdad es que en este problema de salud pública todos tenemos la culpa, sobre todo porque cada vez es más evidente la insensatez con la que los orientales salimos a las calles: No se cumplen las normas de tránsito, no se usan los andenes, se excede la velocidad, no se respetan las cebras, etc.

Basta solo con recorrer alguna de las vías de nuestra región, especialmente las de los municipios del Altiplano, para percatarse de la falta de autoprotección y de sentido común con la que los ciudadanos nos desplazamos: Los motociclistas culebreando entre carriles y atravesándose sin ni si quiera mirar (creyendo que la raya blanca es para ellos); los ciclistas no usando las ciclorrutas y pasándose los semáforos en rojo; los peatones caminando por las calles pegados del celular mientras los andenes están desocupados; los conductores de carros mirando el celular y jugando a ser Los “Toretos” del Oriente.

Eso sin contar, que muchos de los actores viales salen a las vías con el diablo adentro, queriendo desquitarse con el mundo de los problemas que tengan.

Lo curioso de este asunto, es que cuando se habla de operativos de tránsito, de cursos pedagógicos, o incluso, de instalación de cámaras de fotodetección, muchos lo toman como un castigo o como una persecución de las entidades estatales: ¡Qué equivocados están!

La realidad es que aquí, cada uno de nosotros, sea que tenga carro, moto, bicicleta, patineta o piecitos para caminar, tenemos que repensarnos y analizar la forma en la que nos estamos comportando en las vías; hay que preguntarnos qué tan bien o qué tan mal nos estamos portando en las calles; y al final, decirnos qué podemos aportar como sociedad para que la insensatez no nos arrebate la vida.

 

Por: Oscar Morales Orozco

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